Tal vez, la
búsqueda del cuerpo ideal pasa por la privación hedónica y la abstinencia,
entonces el placer por la comida se vuelve un sinsentido que se desecha.
Para la
doctora Mónica Katz, especialista en nutrición, el fenómeno ocurre, porque
entre todos se ha ido transformando el comer en un ilícito y la comida en
pecado capital, principalmente, por la obsesión por la delgadez y la eterna
juventud. "Somos una sociedad ortoréxica", dice.
Eso quiere
decir, que la obsesión por la comida se ha llevado a tal extremo que sufrimos
este trastorno que consiste en un control exhaustivo y estricto de los
componentes de los alimentos.
"Nos
olvidamos que necesitamos una dosis de calorías, una dosis de nutrientes, pero
además, una dosis de ¡placer! Y la comida puede hacer eso por las personas, al
menos, cuatro veces al día", comenta desde Argentina, esta experta y
autora de varios libros dedicados a educar en la alimentación y dejar atrás las
dietas.
"El
otro día un paciente obeso con el que se trabajaba en un laboratorio sensorial
decía 'si dejo el alimento en la boca y lo saboreo ensucio mi paladar. Para mí
es habitual, tragar la comida, así como no más'", ejemplifica.
Y por otra
parte, testifica que la velocidad de lo cotidiano genera que el patrón de
ingesta se deteriore. "Y ya no saboreamos sino que engullimos comida,
llenamos vacíos. De hecho, esto está validado por muchos expertos de las dietas
extremas que sostienen que si quieres perder peso, el placer no tiene
lugar", agrega.
Además, se
suman al displacer de la comida las personas enfermas o que están educando sus
hábitos, ya que se les prescribe médicamente que coman de esa forma.
"Si
tienes hipertensión, debes comer sin sal tu plato favorito y eso, genera
displacer hasta habituarte y, por tanto, comerás por deber y por prescripción
como ejercicio intelectual", afirma.
El trastorno
patológico
Comer se
define como un comportamiento de supervivencia imprescindible. Si alguien puede
abstenerse de esa conducta, estará en riesgo su vida y profundamente enfermo,
pues ni siquiera puede sostener la vida. Ése es un trastorno alimenticio.
En el caso
es la anorexia, la experta cuenta que un paciente con esta enfermedad siente
hambre, pero cree que si comienza a comer no parará nunca y engordará.
En tanto, en
el caso del displacer por la comida, los que más expuestos están son los que se
ponen obsesivos con la salud o el cuerpo aunque sean sanos, jóvenes y delgados.
Son los que llaman TANE o trastornos inespecíficos con la alimentación, que no
llegan a ser cuadros verdaderos, pero que comprometen la vida de la persona y
su entorno, como la ortorexia de muchos veganos.
"Hoy un
cuerpo delgado o joven, un peso determinado es una certeza en un mundo de
certezas moribundas. Se nos hace difícil vivir la incertidumbre y nos anclamos
a lo tangible que nos es asequible. Un número en la balanza, es una certeza
asequible aunque difícil de lograr en una sociedad con enormes barreras al
movimiento y plena disponibilidad calórica", reflexiona la doctora Mónica
Katz.
En cambio,
para el doctor Manuel Fuentes, psiquiatra, perder el gusto es un serio
trastorno, que da cuenta de la estructura de los circuitos de placer y
necesidades calóricas que dispone un ser humano.
El
especialista comenta que tenemos diversos biorreguladores y dependerá de la adaptación
que le vayamos dando, la respuesta que tengamos frente a la comida, la sed y el
deseo sexual. Por eso es tan importante educar desde pequeño una buena y justa
relación con la comida.
"Una
persona que disfruta menos con sus eventos personales, sociales, culturales y
que come solo de noche, su circuito de placer se adaptará a esos malos hábitos
que no lo dejarán disfrutar", explica.
¿Cómo volver
a 'reencantarnos'?
"Toda
vez que usamos nuestros sentidos, no solo disfrutamos más, sino que nos
saciamos más, podemos detenernos y sentir que ya fue suficiente, el
procesamiento oral del alimento genera saciedad", explica la doctora sobre
el placer de comer.
Para ayudar
al 'reencanto' propone recorrer un mercado el fin de semana y con tiempo.
Llegar a casa con alimentos y cocinar para nosotros aunque estemos solos o
mejor aún, en familia o con amigos.
"Sentarse
a la mesa, mirarse y paladear el momento como comensales y la emoción de
compartir y mirar al otro rodeado de comida", propone.
Por su
parte, el psiquiatra Manuel Fuentes aconseja que la persona afectada vuelva a
aprende a comer, incorporando a ese momento un estímulo que sí le otorgue
placer.
"Juntarse
con alguien, salir y de premio comer afuera lo que le más gusta, y buscar los
sabores que le estimulan el placer, los olores, lugares y con el tiempo su
registro sobre no disfrutar con la comida irá cambiando por este nuevo registro
que se irá construyendo con esas actividades y en forma paulatina",
sugiere el psiquiatra.
Ahora, la
idea es comer en un principio a lo francés, que quiere decir rico, pero la
porción justa para tener un cuerpo cómodo y sano.
También se
puede apoyar con ejercicios sensoriales que están en la web www.fat-fit.com.ar y
esto ayudará sobre todo a los que a los que "olvidaron que nacieron con
derecho a comer, a sentir placer al hacerlo y a tener un cuerpo cómodo y sano
sin renunciar al placer", sentencia Mónica Katz.
Publicación: eltiempo.com
Tal vez, la
búsqueda del cuerpo ideal pasa por la privación hedónica y la abstinencia,
entonces el placer por la comida se vuelve un sinsentido que se desecha.
Para la
doctora Mónica Katz, especialista en nutrición, el fenómeno ocurre, porque
entre todos se ha ido transformando el comer en un ilícito y la comida en
pecado capital, principalmente, por la obsesión por la delgadez y la eterna
juventud. "Somos una sociedad ortoréxica", dice.
Eso quiere
decir, que la obsesión por la comida se ha llevado a tal extremo que sufrimos
este trastorno que consiste en un control exhaustivo y estricto de los
componentes de los alimentos.
"Nos
olvidamos que necesitamos una dosis de calorías, una dosis de nutrientes, pero
además, una dosis de ¡placer! Y la comida puede hacer eso por las personas, al
menos, cuatro veces al día", comenta desde Argentina, esta experta y
autora de varios libros dedicados a educar en la alimentación y dejar atrás las
dietas.
"El
otro día un paciente obeso con el que se trabajaba en un laboratorio sensorial
decía 'si dejo el alimento en la boca y lo saboreo ensucio mi paladar. Para mí
es habitual, tragar la comida, así como no más'", ejemplifica.
Y por otra
parte, testifica que la velocidad de lo cotidiano genera que el patrón de
ingesta se deteriore. "Y ya no saboreamos sino que engullimos comida,
llenamos vacíos. De hecho, esto está validado por muchos expertos de las dietas
extremas que sostienen que si quieres perder peso, el placer no tiene
lugar", agrega.
Además, se
suman al displacer de la comida las personas enfermas o que están educando sus
hábitos, ya que se les prescribe médicamente que coman de esa forma.
"Si
tienes hipertensión, debes comer sin sal tu plato favorito y eso, genera
displacer hasta habituarte y, por tanto, comerás por deber y por prescripción
como ejercicio intelectual", afirma.
En el caso
es la anorexia, la experta cuenta que un paciente con esta enfermedad siente
hambre, pero cree que si comienza a comer no parará nunca y engordará.
En tanto, en
el caso del displacer por la comida, los que más expuestos están son los que se
ponen obsesivos con la salud o el cuerpo aunque sean sanos, jóvenes y delgados.
Son los que llaman TANE o trastornos inespecíficos con la alimentación, que no
llegan a ser cuadros verdaderos, pero que comprometen la vida de la persona y
su entorno, como la ortorexia de muchos veganos.
"Hoy un
cuerpo delgado o joven, un peso determinado es una certeza en un mundo de
certezas moribundas. Se nos hace difícil vivir la incertidumbre y nos anclamos
a lo tangible que nos es asequible. Un número en la balanza, es una certeza
asequible aunque difícil de lograr en una sociedad con enormes barreras al
movimiento y plena disponibilidad calórica", reflexiona la doctora Mónica
Katz.
En cambio,
para el doctor Manuel Fuentes, psiquiatra, perder el gusto es un serio
trastorno, que da cuenta de la estructura de los circuitos de placer y
necesidades calóricas que dispone un ser humano.
El
especialista comenta que tenemos diversos biorreguladores y dependerá de la adaptación
que le vayamos dando, la respuesta que tengamos frente a la comida, la sed y el
deseo sexual. Por eso es tan importante educar desde pequeño una buena y justa
relación con la comida.
"Una
persona que disfruta menos con sus eventos personales, sociales, culturales y
que come solo de noche, su circuito de placer se adaptará a esos malos hábitos
que no lo dejarán disfrutar", explica.
"Toda
vez que usamos nuestros sentidos, no solo disfrutamos más, sino que nos
saciamos más, podemos detenernos y sentir que ya fue suficiente, el
procesamiento oral del alimento genera saciedad", explica la doctora sobre
el placer de comer.
Para ayudar
al 'reencanto' propone recorrer un mercado el fin de semana y con tiempo.
Llegar a casa con alimentos y cocinar para nosotros aunque estemos solos o
mejor aún, en familia o con amigos.
"Sentarse
a la mesa, mirarse y paladear el momento como comensales y la emoción de
compartir y mirar al otro rodeado de comida", propone.
Por su
parte, el psiquiatra Manuel Fuentes aconseja que la persona afectada vuelva a
aprende a comer, incorporando a ese momento un estímulo que sí le otorgue
placer.
"Juntarse
con alguien, salir y de premio comer afuera lo que le más gusta, y buscar los
sabores que le estimulan el placer, los olores, lugares y con el tiempo su
registro sobre no disfrutar con la comida irá cambiando por este nuevo registro
que se irá construyendo con esas actividades y en forma paulatina",
sugiere el psiquiatra.
Ahora, la
idea es comer en un principio a lo francés, que quiere decir rico, pero la
porción justa para tener un cuerpo cómodo y sano.
También se
puede apoyar con ejercicios sensoriales que están en la web www.fat-fit.com.ar y
esto ayudará sobre todo a los que a los que "olvidaron que nacieron con
derecho a comer, a sentir placer al hacerlo y a tener un cuerpo cómodo y sano
sin renunciar al placer", sentencia Mónica Katz.
Publicación: eltiempo.com
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