lunes, 31 de marzo de 2014

El hambre es tan peligrosa como el cambio climático


Investigadores advierten sobre el riesgo de una crisis alimentaria en el planeta.

La humanidad enfrenta un panorama de problemas ambientales serios y sumamente interconectados, que incluyen desafíos de los que se habla mucho, como el cambio climatico, así como la amenaza –igual de grave o más– para la supervivencia de organismos que sustentan nuestras vidas por ofrecer beneficios claves para el ecosistema, como la polinización de los cultivos y el control de pestes agrícolas.
Enfrentamos también otras muchas amenazas: la propagación de sustancias químicas sintéticas tóxicas en todo el mundo, grandes epidemias y una pronunciada caída de la calidad de los recursos minerales, el agua y los suelos, y de la accesibilidad a ellos. Las guerras por los recursos, además, ya están entre nosotros. Por ejemplo, si estallara una ‘pequeña’ disputa por los recursos nucleares entre India y Paquistán, esta confrontación podría suponer el fin de la civilización.
Sin embargo, creemos que la amenaza más seria para la sustentabilidad global en las próximas décadas será una sobre la que existe un consenso generalizado: la creciente dificultad de evitar hambrunas a gran escala. Como señala el Informe del Foro Económico Mundial del 2013, “La seguridad alimentaria global y la nutrición son preocupaciones mundiales importantes, en tanto nos preparamos para alimentar a una población creciente con una base de recursos que decrece, en una era de mayor volatilidad e incertidumbre”.
Cifras que asustan
De hecho, el informe destaca que “más de 870 millones de personas hoy sufren hambre y corren más riesgos como consecuencia de los fenómenos climáticos extremos y de las alzas de precios”. En consecuencia, “nunca se necesitaron con tanta urgencia medidas para mejorar la seguridad alimentaria”.
Pero todas estas advertencias subestiman el problema de los alimentos. Por ejemplo, las deficiencias de micronutrientes pueden afectar a otros 2.000 millones de personas. Y se minimizan otras muchas causas de vulnerabilidad: el potencial impacto de los trastornos climáticos en la agricultura y la pesca; cómo una alteración en el consumo de combustibles fósiles afectará la producción de alimentos; de qué manera la agricultura misma –un emisor importante de gases de tipo invernadero– acelera el cambio climático; y las consecuencias de un bombeo excesivo de agua subterránea y el deterioro progresivo de los suelos. De hecho, la agricultura también es una causa importante de pérdida de biodiversidad –y por ende una pérdida de servicios del ecosistema suministrados a la agricultura y a otras empresas humanas– así como una causa importante de toxicidad global.
Quizá más importante sea el hecho de que prácticamente todos los análisis suponen que la población humana tendrá 2.500 millones de personas más en el 2050, pero no se ocupan de buscar maneras para reducir esa cifra. El optimismo de muchos analistas respecto de nuestra capacidad para alimentar a toda esta población es bastante preocupante, considerando quemillones de personas hoy mueren anualmente de hambre, y muchas más están desnutridas y tienen una vida degradada. Si fuera tan fácil alimentar a un 35 por ciento más de habitantes, ¿por qué toda nuestra población actual no está bien alimentada?
Se suelen recomendar cinco pasos para solucionar el problema de la crisis alimentaria: dejar de aumentar la superficie de tierra dedicada a la agricultura (para preservar los servicios naturales del ecosistema); aumentar el rendimiento de la tierra donde sea posible; incrementar la eficiencia de los fertilizantes, el agua y la energía; volverse más vegetariano; y reducir el desperdicio de alimentos. A esto se podría agregar dejar de devastar los océanos, incrementar significativamente la inversión en investigación y desarrollo agrícolas, y poner en la agenda de políticas globales el tema de una nutrición apropiada para todos como un asunto prioritario.
Todos estos pasos requieren cambios en el comportamiento humano que se vienen recomendando desde hace mucho tiempo. La mayoría de la gente no reconoce la creciente urgencia de adoptarlos porque no entiende el sistema agrícola y sus complejas conexiones no lineales (y desproporcionadas) con los mecanismos que generan el deterioro ambiental.
Los recursos necesarios para alimentar a cada persona adicional en el futuro provendrán de fuentes más escasas, más pobres y más distantes; se utilizará una cantidad desproporcionadamente mayor de energía y se generará una cantidad desproporcionadamente mayor de gases de tipo invernadero.
Más de un milenio de cambios en los patrones de temperatura y precipitaciones, todos ellos vitales para la producción de cultivos, pusieron al planeta en un camino que conduce a tormentas, sequías e inundaciones cada vez más severas. Por lo tanto, mantener –ya no expandir– la producción de alimentos se tornará una misión cada vez más difícil.
Se necesita un movimiento popular que oriente la conciencia cultural para que ofrezca la “inteligencia operativa” y la planificación agrícola, ambiental y demográfica que los mercados no pueden proporcionar. Recién entonces podríamos empezar a ocuparnos seriamente del desastre demográfico y considerar los beneficios nutricionales y sanitarios de poner fin humanamente al crecimiento de la población, mucho antes de que lleguemos a los 9.000 millones de habitantes.
La mejor manera, en nuestra opinión, de lograr una reducción de la población es otorgarles plenos derechos y oportunidades a las mujeres, ylograr que la anticoncepción moderna y el aborto postconceptivo estén al alcance de toda la población sexualmente activa.
Aunque el impacto de estas medidas en la reducción de las tasas totales de fertilidad es una cuestión polémica, está claro que su implementación ofrecería beneficios sociales y económicos importantes, ya que permitiría que existan enormes reservorios de poder cerebral fresco para resolver nuestros problemas, a la vez que se salvarían cientos de miles de vidas al reducirse la cantidad de abortos inseguros.

Publicado por: www.eltiempo.com

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jueves, 20 de marzo de 2014

Curiosidades Del Fitness Que Necesitas Saber!



Aqui encontrarás curiosidades o hechos acerca del fitness que van a cambiar tu forma de pensar en relación a un estilo de vida saludable!
1. Se necesitan 3500 calorías menos por semana para perder medio kilo de peso.
2. Sólo las proteínas y las grasas son macronutrientes esenciales, los carbohidratos no. Sin embargo, eso no significa que no debas comerlos!
3. Tú quemas más calorías durante las 23 horas que no te ejercitas que durante la hora que sí lo haces.
4. No necesitas hacer cardio o ejercicio aeróbico para perder peso.
5. La zona de quema de grasas no es la zona que quema más calorías totales, sino más calorías provenientes de las grasas.
6. Nunca es demasiado tarde para comenzar a hacer sentadillas.
7. La pérdida de peso no es un desafío físico, sino mental.
8. Puedes hacer cualquier dieta que te lleve a perder peso, pero eso mo significa que estés perdiendo grasa.
9. No puedes quemar grasas en forma localizada, primero hay que quemar el exceso de grasa generalizada.
10. El músculo no pesa más que la grasa, sólo es más denso.
11. 0 gramos de grasas en una etiqueta no significa que ese producto alimentario no contenga grasas.
12. El pan integral puede ser un alimento altamente procesado y de mala calidad nutricional, elige aquel que contenga pocos ingredientes.
13. Comer saludable no es más caro que una dieta rica en alimentos procesados.
14. Puedes obtener glucosa a partir de proteínas y glicerol, no sólo a partir de carbohidratos.
15. El hecho que un alimento sea integral no significa que sea saludable.
16. Es más difícil aumentar 1 kilo de músculo que perder 1 kilo de grasa.
17. En los adultos, las células grasas no pueden perderse sólo disminuir la cantidad de grasa que contienen.
18. El hecho de que una persona sea delgada no significa que posea un bajo porcentaje de grasa corporal.
19. Si tienes comida chatarra en casa, es muy probable que la termines comiendo.
20. No necesitas estar en un gym para hacer ejercicios de fuerza.
21. La falta de hidratación puede causarte un 10% de pérdida de fuerza muscular.
22. A mayor cantidad de masa muscular, mayo cantidad de calorías quemas en reposo.
23. Hacer abdominales solamente, no es sinónimo de abdominales marcados.
24. Puedes perder peso y ganar masa muscular, sin embargo, también puedes ganar peso y perder masa muscular.
25. La perseverancia y la paciencia son las claves fundamentales para el éxito a largo plazo.
26. A excepción de quienes pesan menos de 50 kg, no necesitas comer menos de 1000 calorías para perder peso.
27. Hay una alta correlación entre la aptitud física tuya y la de las personas cercanas a tí.
28. Cocinar la comida puede hacer que pierdas ciertos nutrientes, pero que otros sean más aprovechados por nuestro cuerpo.
29. Las proteínas son los nutrientes que más calorías gastan para digerirse.
30. Comer de noche no te hará aumentar de peso, comer en exceso sí.


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miércoles, 19 de marzo de 2014

El poder de los superalimentos



La ciencia permite mejorar ahora los alimentos y agregarles propiedades

Desde siempre, el hombre ha buscado características específicas en lo que come. Si bien al principio la selección no fue muy consciente, esta tuvo como consecuencia que se cultivaran unas especies y no otras, y que el tomate o la fresa fueran lo que comemos hoy (ninguno era originalmente rojo).
Pero hace tiempo, la selección no se ha realizado únicamente por el color, sabor o duración de un vegetal, sino por su valor nutricional. No solo buscamos los mejores ejemplares entre la naturaleza, sino que también los modificamos en el laboratorio.
Esta es la era de los ‘superalimentos’ o ‘comida 3.0’, que, naturales o no, son más nutritivos y tienen más beneficios para el organismo.
Dado que se calcula que millones de personas en el mundo tienen alguna deficiencia nutritiva, o la necesidad de tener una alimentación más sana que haga frente al estilo de vida moderno, ser eficiente en lo que se come es cada vez más importante. Por ello la ciencia se ha enfocado en entender dónde están los mejores nutrientes y en qué alimentos concentrarlos aún más. “Los alimentos funcionales son todos los que en forma natural o procesada contienen ciertos componentes con efectos benéficos para el organismo”, explica Ana Palacio, nutricionista del centro de tratamiento de la Obesidad UC. Se trata de los tomates, con su capacidad de reducir el cáncer de próstata y el infarto del miocardio; de la zanahoria, con su poder anticancerígeno; y del salmón, rico en ácidos grasos esenciales. O del yogur en todas sus variantes y del vino, lleno de antioxidantes.
Pero no son los únicos. Otra forma de obtener alimentos benéficos es agregándoles propiedades que no necesariamente vienen con ellos. Dentro de los más nuevos, cuenta la médica nutrióloga de la Universidad de Chile Karin Papapietro, están los probióticos –microorganismos que mejoran las defensas– y entre los más antiguos, el pan de harina fortificada con ácido folico, las galletas y los cereales, que tienen vitaminas y minerales adicionadas.
Daniela Ghiardo, del Centro de Nutrición de Clínica Las Condes, cuenta que esta tendencia comenzó en Japón, que logró potenciar cosas naturales con fitoesteroles, elementos claves para controlar el colesterol, y que está naturalmente en la achicoria (planta herbácea).
“Los productos con fitoesteroles se utilizan para combatir el colesterol alto, tanto en forma aislada como coadyuvantes de fármacos, pero eso no significa que por consumirlos no haya que tener una dieta controlada en grasas”, advierte.
Esta es una de las principales razones que esgrimen los detractores de estos alimentos: que la gente crea que son una panacea y que no hay que comer balanceado.
A pesar de los avances en identificar los alimentos que tienen beneficios puntuales, y de adicionarles propiedades a los que no los tienen, esta forma de verlos está pasando a otro nivel.
En Inglaterra se está cultivando, por ejemplo, un superbrócoli. Es una especie que tiene tres veces más concentración de glucorafanina, un componente que reduce las inflamaciones e inhibe la división celular asociada al cáncer. Comer la misma cantidad de este vegetal es ahora tres veces más sano.
“Esto se realiza desde hace más de 200 años. Se logra cruzando plantas y seleccionando las mejores de su descendencia. Estas se vuelven a cruzar para seleccionar nuevamente a los individuos que tienen las características que se están buscando. Luego de varias generaciones se puede lograr dar con lo que se busca”, concluye Andrés Schwember, profesor encargado del Programa de Mejoramiento Genético de Cereales, de la UC.
Lo que nos da la naturaleza
Tomate: reduce el riesgo de cáncer de próstata y de infarto del miocardio.Zanahoria y ajo: reducen el riesgo de cáncer. Té: baja el riesgo de enfermedades coronarias y de algunos cánceres. Pescados: reducen el riesgo de enfermedades del corazón. Leche alta en calcio: disminuye la aparición de osteoporosis. Productos lácteos fermentados: mejoran la función gastrointestinal.
El polémico camino de la transgenia
“A diferencia del mejoramiento genético convencional –explica el profesor Andrés Schwember–, los transgénicos adquieren una característica determinada al implantarles un gen de otra especie o, incluso, de especies que no son vegetales”. Por esta razón, son tan controvertidos y muchos de sus detractores alegan que pueden ser dañinos para nuestra salud.
En Asia, los gobiernos y la industria lograron con este método incluir la vitamina A en el arroz, ya que por falta de esta entre uno y dos millones de niños están muriendo cada año.


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martes, 18 de marzo de 2014

Convenio Club de Patinaje Celtix - Quality Health

Te presentamos el Club de Patinaje Celtix


El “CLUB DE PATINAJE CELTIX”, es un organismo deportivo de derecho privado, sin ánimo de lucro, constituido por afiliados mayoritariamente deportistas, con el fin de fomentar y patrocinar la práctica del deporte del PATINAJE DE CARRERAS, ARTISTICO Y HOCKEY SOBRE PATINES, la recreación y el aprovechamiento del tiempo libre e impulsar programas de interés público y social, con reconocimiento deportivo mediante Resolución Nº 421 de 2009 y personería jurídica Nº 01425 del 27 de octubre de 2009, reconocida por INDEPORTES ANTIOQUIA.
ESCUELA BÁSICA
El programa de la escuela Básica del Club Celtix está organizado por niveles, el principal objetivo es generar de manera progresiva un aprendizaje que permita en 6 niveles que el deportista se encuentre en condiciones óptimas para patinar en cualquier superficie.

En convenio con el Club de Patinaje Celtix, Quality Health te obsequia 20% de descuento en el curso de patinaje. 


Para acceder al descuento: 
* Debes ser paciente de Quality Health.
* Presentarlo físico y firmado por Quality Health.
* Únicamente es válido en la sede del Club Celtix (Unidad Deportiva María Luisa Calle, ubicada en la carrera 70 # 1-200 Medellín.)

HORARIO DE CLASES

TIPO DE CLASES
DÍA
HORA
INTENSIDAD
Clases de Patinaje en la semana
Lunes y Miércoles o Martes y Jueves
4:00pm a 5:00pm niños
5:00pm a 6:00pm niños
8:00pm a 9:00pm adultos
9 clases de 1 hora por nivel.
Clases de Patinaje los fines de semana
Sábado o Domingo
Valido para todas las edades
10:00am a 11:30am
11:30am a 1:00pm
2:00pm a 3:30pm
6 clases de 1:30 minutos por nivel.
Clases de Fitness en la semana
Lunes a Jueves Valido para personas de 15 años en adelante
8:00pm a 9:30pm
4 clases por semana (pago mensual)

Los afiliados del Club Celtix tienen derecho a un 50% sobre el valor de la consulta nutricional con la Dra. Gloria Bustamante en Quality Health.
Adicional tendrán descuentos de hasta un 35% en tratamientos corporales o faciales que se recomendaran según la valoración médica.

Para acceder al descuento: 
* Los interesados deben presentar en Quality Health el carnet que los acredite como afiliados del club + Cédula de Ciudadanía.
* Presentar el bono.

http://www.clubceltix.com/

Grasas trans: un temible enemigo de su salud




Autoridades sanitarias de EE. UU. acaban de dar un paso gigante para erradicar estas sustancias.

Cuando el Premio Nobel de Química Paul Sabatier desarrolló a finales de 1890 la química de la hidrogenación en vapores, no sospechaba que su trabajo sería la base para que Wilhelm Normann patentara en 1901 el proceso para convertir aceites líquidos en mantecas sólidas.
Era tal el entusiasmo de este último y la utilidad de las grasas endurecidas en términos alimentarios para el mundo de principios del siglo XX que se la jugó toda para construir una planta en Warrinton (Inglaterra), la cual alcanzaba producciones de cerca de 3.000 toneladas al año, desde el otoño de 1909.
Sin proponérselo, y mientras Procter & Gamble adquiría los derechos en Estados Unidos de la patente de Normann, nacía el gran mercado de las grasas trans unas sustancias químicas que le confieren durabilidad y mejor sabor a alimentos creados de manera artificial, como las margarinas, las papas congeladas y los productos de panadería y pasteleria industrial, por citar algunos. Sustancias que, según se acaba de anunciar, las autoridades sanitarias de EE. UU. están decididas a erradicar por los peligros que representan para la salud.
Cuando comenzó el boom de las grasas trans, todo era éxito porque hasta entonces las grasas provenían de los sebos y los lácteos de animales, que además de descomponerse rápidamente tenían mal sabor (como las grasas de las ballenas, de gran consumo hasta entonces), eran sensiblemente costosas y, por ende, de poca utilidad a nivel industrial. Ahora tenían un reemplazo ‘mejorado’, económico y de fácil producción masiva.
Poco a poco, las grasas vegetales reemplazaron las animales no solo en Estados Unidos sino en casi todos los países occidentales. Hasta 1960, su crecimiento fue imparable. Entre otras razones porque se difundió la idea de que por ser vegetales eran más saludables que las grasas de la mantequilla animal.
Este último argumento, sin embargo, comenzó a flaquear a partir de los años 70, cuando hubo sugerencias científicas de que las grasas trans podrían estar relacionadas con un riesgo mayor de padecer enfermedades de las arterias y el corazón.
Se inició así una batalla a muerte entre los defensores de estas sustancias (se trata de un millonario negocio) y los científicos. Solo en 1988, la ciencia les dio su primer golpe a las grasas trans. En un artículo publicado en el New England Journal of Medicine se demostraba que estas taponaban las arterias con más facilidad que cualquier otra grasa. Sin embargo, la industria alimentaria insistía en que esta relación era consecuencia más del abuso en su consumo que por sus características químicas. Y aunque hubo algunos intentos por controlarlas, solo en 1994 algunas autoridades de salud norteamericanas las relacionaron públicamente con 30.000 muertes anuales en ese país. ¿La razón? Se empezaba a demostrar que las grasas del profesor Normann ponían en riesgo el bienestar del corazón y del cerebro, y también afectaban otros órganos como el hígado, el riñón e incluso la piel. Se comenzaba además a vincular el consumo de las grasas trans con procesos inflamatorios en todo el cuerpo y disfunciones celulares a nivel molecular.
La confrontación no podía ser mayor, al punto de que los máximos expertos en salud pública de EE. UU., como los de Harvard, lanzaban expresiones que en boca de uno de ellos, Dariush Mozaffarian, no podrían ser más dicientes: “Si un hada buena borrara al químico Wilhelm Normann de la historia, solo Europa se ahorraría entre 100.000 y 200.000 infartos cardiacos y accidentes cerebrovasculares cada año”.
¿Por qué son tan malas?
En los animales, en general, abundan las grasas saturadas. Esto en química quiere decir que entre sus átomos de carbono no hay dobles enlaces, razón por la que pueden ser sólidas y sus puntos de fusión, en el momento en que se vuelven líquidas, son más altos.
Por el contrario, las grasas vegetales son insaturadas porque tienen enlaces dobles y triples entre sus átomos de carbono y un punto de fusión menor, por lo que son líquidas, es decir, son aceites. Pero estos pueden volverse saturados si se les inyecta hidrógeno a altas temperaturas (hidrogenación), convirtiéndolos en grasas animales (mantecas sólidas).

El problema es que en esa transformación cambia la configuración de la molécula de la grasa, lo que le permite que flote en la sangre y se pegue directamente a las paredes de las arterias. Esto sistemáticamente las va tapando. También estimulan o activan moléculas relacionadas con la inflamación e incluso con la génesis de tumores.
Se sabe que el primer país en introducir leyes para regular la venta y publicidad de productos con grasas trans fue Dinamarca, que en marzo del 2003 puso el límite del 2 por ciento en productos para consumo humano.
En Estados Unidos, si bien desde julio del 2003 la Agencia de control de alimentos y medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) emitió un reglamento que exigía a los fabricantes la inclusión de contenido de grasas trans en las etiquetas, solo en enero del 2008 se hizo obligatorio para todos los productores de alimentos y permitía marcar como libres de grasas trans a aquellos que demostraran que tenían menos de 0,5 gramos por porción.
Para algunos, este límite seguía siendo absolutamente riesgoso, al punto de que la Asociación Americana de Salud Pública (Apha, sigla en inglés) adoptó nuevas directrices para restringir las grasas trans en los alimentos, al mismo tiempo que promovía la prohibición de la venta de productos con cantidades significativas en establecimientos públicos o lugares con algún control del Estado, como universidades, prisiones y hospitales, entre otros.
Por el mismo camino de la regulación anduvieron muchos países europeos y americanos. Suiza comenzó a legislar desde 2008 e Islandia se ufana de ser el primero que las prohibió totalmente. En Argentina, en el 2006 se exigieron etiquetas específicas y desde el 2010 se pusieron límites. En Brasil, igualmente se han puesto restricciones. En Colombia, la ley de obesidad (1355) instó al Gobierno a pronunciarse al respecto. Fue así como la resolución 2508 del 2012 definió aspectos técnicos sobre etiquetados y niveles de contenido para productos industriales, que no deberían superar los 2 gramos de grasas trans por 100 gramos de materia grasa.
Peor que el tabaco
No obstante todos los esfuerzos, la batalla se ha considerado perdida. La gran presión de la industria alimentaria, los elementos eufemísticos que distorsionan la información contenida en las etiquetas, sumados a la idea de que por ser grasas vegetales son saludables, siguen impactando negativamente en la salud. Para la muestra está que en solo Estados Unidos estas grasas causan cerca de 20.000 infartos y 10.000 eventos cerebrales y renales cada año. Para algunos expertos es una pelea más desigual que la que el mundo emprendió contra el tabaco, con el agravante de que los efectos son más devastadores.
Por esa razón, el mundo vio con buenos ojos el paso valiente y decidido que la semana anterior dio la FDA para eliminar las grasas trans de todos los alimentos y reafirmar que no hay ningún nivel seguro para el consumo humano.
Según la propuesta, que está abierta a sugerencias por 60 días, la cantidad de estas grasas permitida legalmente no deberá superar “lo que científicamente se reconoce como segura”. Esto significa que las empresas que decidan usarlas en sus productos tienen que demostrar científicamente que no son riesgosas. Tarea difícil si se tiene en cuenta que la evidencia demuestra lo contrario y los mismos institutos de salud norteamericanos (NHI, por sus siglas en inglés) y el Centro para el Control de Enfermedades (CDC), de Atlanta, han advertido que no existe ningún nivel seguro para su consumo.
Hoy la industria empieza a ver en los aceites vegetales de soya, canola, ajonjolí, oliva, girasol y maíz la alternativa viable. A la par, la ciencia se esfuerza por mejorar los sabores, consistencia y duración de estos sin afectar la salud.
Para los expertos, esto no es más que el principio del fin de las grasas trans en los alimentos. Para muchos, el más letal de los venenos lentos del último siglo.

Publicado por: El TIEMPO


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lunes, 17 de marzo de 2014

Gobieno presentó guías para que el país coma mejor



Los lineamientos le indican a la gente cómo nutrirse con los productos que tiene a la mano.

En general, los colombianos comen mal y no siempre por falta de alimentos sino por cuestiones culturales o porque se desconoce el valor nutricional de muchos productos que se tienen a la mano.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (2010), cuatro de cada diez colombianos no consumen lácteos a diario, y tres de cada diez ni se acercan por las frutas. Por el contrario, uno de cada cinco prefiere las gaseosas a los jugos y uno de cada siete consume productos de paquete  y comida chatarra, casi a diario.
Con el propósito de mejorar estos hábitos alimentarios de la gente, y preservar su buena salud, el Gobierno presentó las nuevas guías de consumo de alimentos, basadas en productos cotidianos que a partir de ahora constituyen el “plato saludable de la familia colombiana”.
El director del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Marco Aurelio Zuluaga, dijo que estas disposiciones son fruto del análisis de expertos de 14 entidades del orden nacional, academia y organizaciones sociales.
El ICBF fue el responsable de actualizarlas, con el apoyo técnico de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Las pautas buscan que la población incluya en su dieta las comidas que le aportan la energía y los nutrientes para mantenerse sana.
Estos lineamientos mantienen la recomendación de comer a diario alimentos de cada grupo: carbohidratos (cereales, arroz, pastas, pan), vegetales verdes; frutas; carnes, huevos y legumbres; lácteos y grasas.
Hace énfasis en una mayor ingesta de frutas, verduras y hortalizas y la necesidad de moderar el consumo de sal, dulces y grasas de origen animal.
Estas guías pueden resumirse en mensajes saludables como los siguientes:
1. Para favorecer la salud de músculos, huesos y dientes, coma a diario leche u otros lácteos, y huevos.
2. Para una buena digestión y prevenir males cardíacos, incluya en cada comida frutas enteras y verduras frescas.
3. Para complementar su alimentación, consuma al menos dos veces por semana leguminosas como fríjol, lenteja, arveja y garbanzo.
4. Para prevenir la anemia, los niños, adolescentes y mujeres deben comer vísceras una vez por semana.
5. Para mantener un peso saludable, reduzca el consumo de productos de paquete, comidas rápidas, gaseosas y bebidas azucaradas.
6. Para tener una presión arterial normal, disminuya el consumo de sal y alimentos altos en sodio como carnes embutidas, enlatados y productos de paquete.
7. Cuide su corazón consumiendo nueces, maní y aguacate, y evite grasas de origen animal, margarina, mantequilla y manteca.
8. Haga 30 minutos de actividad física al día.

Publicado: El tiempo

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