Mucho se ha escrito y dicho sobre el mito que asegura
maximizar la pérdida de grasa cuando se realiza trabajo aeróbico a
media/baja intensidad en ayunas. Se ha escrito y dicho tantas veces y por tanta gente
que parece que baste un número de repeticiones para que cualquier teoría se convierta
en ley inmutable. Ya decía alguien que si repites una mentira muchas veces se
acaba convirtiendo en verdad.
Para empezar debemos decir que resulta corto de
miras en un plan de entrenamiento que pretenda mejorar la composición corporal perdiendo grasa analizar
únicamente la grasa perdida
durante el ejercicio. En su lugar resulta mucho más lógico valorar la efectividad de
un plan de entrenamiento en función del consumo de grasa provocado en un margen temporal de no
menos de 24 horas. A nadie le importa la cantidad de grasa que pierde
durante la hora de entrenamiento sino cuanto
perderá en una semana, més o año con un determinado sistema de trabajo. Si
partimos de esta premisa, donde ampliamos el horizonte temporal, observamos que
no sólo se cae este mito sino otros
muchos que en algunos ambientes sigue contando con una credibilidad jamás
merecida. Hansen ya decía en el 2005, en “The effects of exercise on the storage and oxidation of dietary fat”
que el consumo de grasa derivado del ejercicio debe analizarse
en un marco temporal de días, y no horas, para conseguir una perspectiva
mínimamente fiable en su impacto sobre la composición corporal.
Esta teoría se basa en la evidencia más que
demostrada de que el consumo de carbohidratos antes del
ejercicio a baja intensidad (<65% VO2Max) en deportistas no entrenados reduce la entrada de
ácidos grasos de cadena larga en la mitocondria celular disminuyendo el consumo de grasa durante
el ejercicio. Esta evidencia, no obstante, pierde su sentido y utilidad
cuando analizamos un marco temporal superior a la duración de la propia
actividad física que, como decía anteriormente, es como debe hacerse. ¿Qué más
dará que durante el ejercicio un determinado sistema de entrenamiento se consuma un 20% menos de grasa si durante
las horas siguientes se va a consumir un 40% más? Es lo que llamamos efecto térmico residual del entrenamiento o EPOC (Excess
post oxygen consumption) en literatura científica.
Existen dos estudios que resultan especialmente
interesantes en este asunto. Horowitz ya en el 97 observó que el consumo de grasa era un 22% inferior en aquellos que
habían desayunado antes del ejercicio pero sólo a partir de la hora y media de
ejercicio. Hasta ese momento el consumo de ácidos grasos era similar en ambos
grupos. Sólo a partir de este punto parecía haber un comportamiento diferente
entre aquellos que hacían ejercicio aeróbico a intensidad moderada en ayunas y
aquellos que habían comido algo antes. Febbraio (2000), y esta vez en un medio
de la solidez del Journal of Applied Physiology no observó ninguna diferencia entre
grupos en un estudio a doble
ciego y con medios más avanzados.
Para terminar, cabe concluir con un detalle que
resta más crédito, si cabe, a esta teoría. Si analizamos el efecto térmico del entrenamiento, es decir,
la capacidad de este para consumir energía, observamos que tanto durante el entrenamiento, como horas
después, es mayor cuando se ingiere alimentos antes de la actividad física
independientemente de la intensidad a la
que esta se realice (Lee, 1999; Davis, 1989; Goben, 1992). Como podéis observar
los estudios son posteriores al mito pero aún
así tienen sus años. Esto demuestra que da igual lo que se publique en este
sector que la teoría que mencionaba al principio seguirá siendo cierta: Basta
repetir una mentira muchas veces para que se convierta en verdad. Ahora
imagínate la cantidad de creencias que valoras como si de una ley inmutable se
tratara y con las que, posiblemente, haya ocurrido lo mismo.
Publicado por: http://blogs.menshealth.es/
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