Dice
un antiguo proverbio chino: “La salud y la enfermedad entran por la boca”. Con
esta rotundidad se destaca la importancia de como “el qué” y “el cómo” comamos
determina mantener un buen estado de salud o por el contrario abonar un terreno
propicio para la enfermedad.
Muchos son los factores que predispone padecer alguna
enfermedad, pero no cabe duda que los malos hábitos y entre estos con suma
importancia, una alimentación desequilibrada o deficiente en nutrientes,
perjudicará a la respuesta natural y adecuada del cuerpo ante la
adversidad, contribuyendo a disminuir, como poco, la esperanza de vida.
La vida moderna nos facilita el acceso a una variedad de
alimentos y preparaciones impensables hace unas décadas, pero al contrario de
lo que aparentemente se entendería cada vez nos alimentamos peor.
Los estándares de calidad de los vegetales y frutos que llegan a
los mercados se basan en la uniformidad del tamaño y del aspecto físico, y no
en la calidad nutricional, por lo que ya desde su cultivo hasta su maduración
en cámaras se trabaja el interés comercial y no la capacidad de aportar
nutrientes.
La falta de tiempo que se dedica a comer y a preparar los
alimentos también es evidente, y es ahí donde también la industria alimentaria
apoyada por campañas muy atractivas de publicidad, nos facilita un sinfín de
alimentos preparados o semipreparados con el elevado número de calorías con
grasas y azúcares en exceso que someten al organismo a un estrés continuado
para poder metabolizar todo ese exceso que terminan entrando en el torrente
sanguíneo. La energía requerida para todo este proceso genera un exceso
de los llamados radicales libres que si no son neutralizados por el número
adecuado de antioxidantes, serán responsables de ir disminuyendo poco a poco la
esperanza de vida y contribuyendo a la propensión a enfermar.
El círculo vicioso ya está servido, cada vez más alimentos que
dañan nuestro organismo y cada vez menos y con peor calidad, los alimentos que
nos proporcionan las herramientas (antioxidantes) para la reparación.
Toda esta cadena de acontecimientos afecta al hipotálamo (la parte del cerebro
que actúa como director de sistema nervioso y endocrino) de modo que sin más
remedio se aumenta la resistencia a la insulina y ya no solo el control sobre el
peso corporal sino que también aumenta el riesgo de diabetes, enfermedades
cardiovasculares, el cáncer y las de carácter neurológico (Alzheimer,…) o
autoinmunes (psoriasis, reuma,…).
Mucho se está avanzando desde los laboratorios y centro de
investigación para encontrar los medicamentos ya no solo para curar sino
para sobrellevar mejor la enfermedad, si bien aún no hay un interés claro para
difundir que desde la alimentación y el aporte adecuado y equilibrado de
nutrientes es una vía efectiva primero para prevenir y en estados aún
reversibles proporcionar al cuerpo la herramientas para curar.
Publicado por: http://www.elblogdenutricion.com/
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