La dieta mediterránea se alzó como sólida alternativa a la
malnutrición y la obesidad, por beneficiosa al basarse en alimentos frescos y
evitar grasas saturadas, en la Segunda Conferencia Internacional sobre
Nutrición (CIN2) celebrada en Roma.
Se trata de una dieta equilibrada,
compuesta por alimentos naturales y sanos, basada principalmente en
ingredientes de origen vegetal, como cereales, aceite de oliva, frutas y
verduras o vino, aunque también incluye carne y lácteos bajos en grasas.
Unas virtudes reconocidas por la
Unesco, que la considera un bien Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
La dieta mediterránea tradicional es
una dieta sana, con ingredientes saludables. Y una dieta sana es, para la
OMS, la mejor manera de luchar contra todas las formas de malnutrición, que
amenazan la salud pública a nivel mundial.
De hecho, el motivo de estudiar la
dieta mediterránea fue que, alrededor de la década de los cincuenta del pasado
siglo, diferentes expertos internacionales quisieron ahondar en las razones por
las que los países mediterráneos tenían menos enfermedades cardíacas y que
resultaron estar en el generalizado uso del aceite de oliva.
La grasa principal es el aceite de
oliva, el ingrediente que marca la diferencia de esta dieta y es que las
culturas del mar Mediterráneo utilizan el “oro líquido” en lugar de otras
grasas saturadas, un ingrediente que tiene una calidad mayor y mantiene bajo
control los riesgos cardiovasculares, por sus acidos insaturados.
El vino, considerado como la bebida
histórica del Mediterráneo, es el acompañamiento natural del menú típico del
sur de Europa, una bebida nutriente, antioxidante, purgante y diurética que
consumían tradicionalmente los campesinos en sus comidas.
El distintivo del vino incluido en esta
dieta, que suele ser tinto, es su baja graduación de alcohol comparado con
otros licores y bebidas alcoholicas.
Además de ser naturales, los alimentos
de la dieta Mediterránea, que fundamentalmente se considera propia de España,
Italia, Grecia y Marruecos, son mínimamente procesados, los azúcares no son
refinados y la carne se consume de manera poco frecuente.
Unos hábitos alimenticios que, sin
embargo, eran propios de los años cincuenta pero no lo son tanto actualmente,
pues las culturas mediterráneas han pasado a creer que los alimentos propios de
los países ricos son mejores que los cocinados por nuestras madres y abuelas.
Hoy en día, la OMS sostiene que la
gente consume comida con demasiada carga calórica, grasas saturadas y trans,
con exceso de azúcar y sal y con escasez de frutas, verduras y fibra.
Un cambio en el que también han
influido los hábitos de la vida propia del siglo XXI, que obliga a comer fuera
de casa, existe una elevadísima oferta de restaurantes de comida rápida y,
además, es una vida bastante sedentaria.
Así pues, se debe fomentar la
sostenibilidad de la dieta mediterránea tradicional como parte integral de un
estilo de vida saludable y equilibrado que debe combinarse con hacer ejercicio
de forma regular y moderada.
Publicado por: http://nutricionistaencasa.com/?p=337
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